Quinto Real (en euskera, Kintoa), debe su nombre a que, tras el trazado de la actual frontera, los vecinos de Alduides y Baigorri -en la Baja Navarra- debían pagar a la Corona española una cabeza de ganado de cada cinco que tuvieran pastando en la montanera. Históricamente, la propiedad y gestión de este espacio ha generado pleitos entre comunidades a ambos lados de la frontera.
Sus 2.500 hectáreas de bosque albergan uno de los hayedos más importantes de Europa, además de robles, alisedas, castaños, fresnos, pinos y abetos. Aquí habitan ciervos, corzos, gamos, gatos monteses, nutrias o jabalíes. Águilas, halcones, palomas en pasa y contrapasa o buitres leonados dominan sus cielos, junto con especies (algunas protegidas) como el pico dorsiblanco, el pito rojo, el ruiseñor, el martín pescador o el mirlo acuático.
Esta riqueza natural es la base de un rico patrimonio cultural marcado por el pastoreo, la explotación maderera, la producción de carbón, la recolección de setas, hongos y castañas, la gestión del territorio (mediante el epaiz, los comunales o el auzolan) e incluso, durante la posguerra y mientras se mantuvo la aduana, el contrabando.